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La '''filosofía''' (del [[latín]] ''philosophĭa'', y este del [[griego antiguo]] φιλοσοφία, " |
La '''filosofía''' (del [[latín]] ''philosophĭa'', y este del [[griego antiguo]] φιλοσοφία, "amor por la sabiduría")<ref>''Diccionario de la lengua española'', p. 620, Real Academia Española, 1970 decimonovena edición</ref> es el estudio de una variedad de problemas fundamentales acerca de cuestiones como la [[existencia]], el [[conocimiento]], la [[verdad]], la [[moral]], la [[belleza]], la [[mente]] y el [[lenguaje]].<ref>{{cita libro |apellidos=Teichmann |nombre=Jenny |coautores=Evans, Katherine C. |año=1999 |título=Philosophy: A Beginner's Guide |idioma=inglés |editorial= Blackwell Publishing |página=1 |cita=La filosofía es un estudio de problemas que son últimos, abstractos y muy generales. Estos problemas son acerca de la naturaleza de la existencia, el conocimiento, la moralidad, la razón y el propósito humano.}}</ref><ref>{{cita libro |apellidos=Grayling |nombres=A.C. |año=1998 |título=Philosophy 1: A Guide trough the Subject |idioma=inglés |editorial=Oxford University Press |página=1 |cita=El objetivo de la indagación filosófica es ganar claridad sobre preguntas acerca del conocimiento, la verdad, la razón, la realidad, el significado, la mente y los valores.}}</ref> La filosofía se distingue de otras maneras de abordar estos problemas (como el [[misticismo]] y la [[mitología]]) por su método crítico y generalmente sistemático, así como por su énfasis en los argumentos racionales.<ref>{{cita enciclopedia |apellidos=Quinton |título=philosophy |idioma=inglés |enciclopedia=The Oxford Companion to Philosophy |fechaacceso=1 de agosto de 2009}}</ref> |
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== Las ramas de la filosofía y sus problemas == |
== Las ramas de la filosofía y sus problemas == |
Revisión del 22:35 11 ago 2009
La filosofía (del latín philosophĭa, y este del griego antiguo φιλοσοφία, "amor por la sabiduría")[1] es el estudio de una variedad de problemas fundamentales acerca de cuestiones como la existencia, el conocimiento, la verdad, la moral, la belleza, la mente y el lenguaje.[2][3] La filosofía se distingue de otras maneras de abordar estos problemas (como el misticismo y la mitología) por su método crítico y generalmente sistemático, así como por su énfasis en los argumentos racionales.[4]
Las ramas de la filosofía y sus problemas
Las ramas y los problemas que componen la filosofía han variado mucho a través de los siglos.[5] Por ejemplo, en sus orígenes, la filosofía abarcaba el estudio de los cielos que hoy llamamos astronomía, así como los problemas que ahora pertenecen a la física.[5] Teniendo esto en cuenta, a continuación se presentan algunos de los problemas más importantes que todavía caen bajo el dominio de la filosofía, agrupados bajo las ramas que los estudian.
Metafísica
La metafísica se ocupa de investigar la naturaleza, estructura y principios fundamentales de la realidad en general.[6][7] Esto incluye la clarificación e investigación de algunas de las nociones fundamentales con las que entendemos el mundo, incluyendo: ser, entidad, existencia, objeto, propiedad, relación, causalidad, tiempo y espacio.
Antes del advenimiento de la ciencia moderna, muchos de los problemas que hoy pertenecen a las ciencias naturales eran estudiados por la metafísica bajo el título de filosofía natural.[8][9]
El problema ontológico
La ontología es la parte de la metafísica que se ocupa de investigar cuáles entidades existen y cuáles no, más allá de las apariencias.[10][11] Este problema fue presentado muy elocuentemente por Willard van Orman Quine en su artículo Sobre lo que hay:
Un rasgo curioso del problema ontológico es su simplicidad. Puede formularse en dos monosílabos castellanos: «¿Qué hay?». Puede además responderse en una sola palabra: «Todo», y todos aceptarán esta respuesta como verdadera. Sin embargo, esto es sólo decir que hay lo que hay. Queda lugar para discrepancias en casos particulares; y así la cuestión ha persistido a través de los siglos.
En general, cada uno de estos "casos particulares" presenta un problema distinto. Desde la segunda mitad del siglo XX, el naturalismo imperante ha determinado que los debates metafísicos sean principalmente acerca de la existencia o no de todo aquello que parece entrar en conflicto con la descripción del mundo provista por las teorías científicas más exitosas.[12] Esto se refleja en la elección de algunos de los casos que se mencionan a continuación:
- Las entidades abstractas: Es ampliamente aceptado que todas las entidades caen en una de dos categorías: o son abstractas, o son concretas.[13] Los números, los conjuntos y los conceptos son algunos ejemplos de entidades que intuitivamente clasificamos como abstractas, mientras que el planeta Venus, este árbol y aquella persona son ejemplos intuitivos de entidades concretas. Sin embargo, todavía no existe un criterio aceptado para decidir cuándo una entidad es abstracta y cuándo concreta, aparte de la intuición. Además, tampoco existe acuerdo sobre si las entidades abstractas siquiera existen, y en caso de que existan, sobre cuáles existen.[14]
- Las entidades del sentido común: Al encontrar una silla, ¿debemos decir que lo que hay en el mundo es una silla? ¿O sería más correcto decir que lo que hay, estrictamente hablando, es un montón de moléculas? ¿O quizás un montón de átomos?[15] Y está claro que este argumento puede extenderse a muchas otras entidades del sentido común.
- Los universales: Los universales (también llamados propiedades, atributos o cualidades) son los supuestos referentes de los predicados como "verde", "áspero", "amigo" o "insecto".[16] La existencia de los universales se postula para justificar nuestra manera de hablar acerca de los individuos. Así por ejemplo, estamos justificados en decir de una planta que "es verde", porque la planta posee el universal verde, o alternativamente porque el universal verde esta presente en la planta. Además, podemos decir de varias cosas que "son todas verdes", porque el universal verde, siendo algo distinto de las cosas, está sin embargo presente en todas ellas. El problema de los universales es acerca de si los universales existen, y en caso de que así sea, cuál es su naturaleza: si existen en las cosas (in re), o independientemente de ellas (ante rem), o en nuestra mente, por mencionar algunas posturas.[17]
- La mente y lo mental: Al abrir una cabeza, lo que vemos no es una mente, con pensamientos, ideas y recuerdos, sino materia. ¿Será que lo mental es una ilusión, y que todo lo que hoy describimos en términos mentales puede reducirse a los procesos físicos que observa la ciencia? ¿O será que lo mental es algo efectivamente existente, inmaterial e inobservable?[12] Para un poco más de discusión, véase El problema mente-cuerpo, abajo.
- Los agujeros: A primera vista, los agujeros están "hechos de nada". ¿Como es posible, pues, referirnos a ellos como si fueran objetos comunes? ¿Cómo es posible percibirlos? ¿Qué percibimos?[18]
Gnoseología
La gnoseología es el estudio del orígen, la naturaleza y los límites del conocimiento en general.[19] Cuando se trata del conocimiento científico, la filosofía en español reserva un término especial, epistemología, que en inglés se usa indistintamente con gnoseología.[20] El estudio del conocimiento científico también es abordado por la filosofía de la ciencia, y además muchas ciencias particulares tienen su propia filosofía. Por ejemplo, la filosofía de la historia, la filosofía de la matemática, la filosofía de la física, etcétera..
En la gnoseología se suele distinguir entre tres tipos de conocimiento: el conocimiento proposicional, el conocimiento práctico o performativo, y el conocimiento por familiaridad (acquaintance).[21] El primero se asocia a la expresión «saber que», el segundo a la expresión «saber cómo», y el tercero, en el español, se asocia a la expresión «conocer» (en vez de «saber»). Así decimos, por ejemplo, que en la biología se sabe que los perros son mamíferos. Este es un conocimiento proposicional. Luego existe un saber cómo entrenar un perro, el cual es un conocimiento práctico o performativo. Y por último, el conocimiento por familiaridad es aquel que posee quien dice, por ejemplo, "yo conozco a su perro".[21] La mayoría del trabajo en gnoseología se centra en el primer tipo de conocimiento, aunque ha habido esfuerzos por cambiar esto.[22]
Otra distinción importante entre tipos de conocimiento es la distinción entre conocimiento a priori o intuitivo y conocimiento a posteriori o experimental, cuya exposición más famosa fue en la introducción a la Crítica de la razón pura, de Immanuel Kant. Estos a su vez estan vinculados a los juicios analíticos y sintéticos que generan el conocimiento o juicio sintético a priori, es decir, el conocimiento científico matemático que es verdad a pesar de toda evidencia empírica a lo contrario como el pensamiento relativista de Einstein. [23][24] También como el juicio sintético "a posteriori" que es el que hacemos cotidianamente.[25]
Aún otra distinción influyente fue la que promovió Bertrand Russell entre conocimiento por familiaridad, y conocimiento por descripción. El primer tipo de conocimiento es el conocimiento directo, como puede ser una percepción o un dolor. El segundo es en cambio el conocimiento indirecto, al que llegamos sólo mediante una descripción definida que refiere unívocamente al objeto siendo conocido.[26]
El problema de Gettier
Desde la antigüedad, el conocimiento ha sido definido como «creencia verdadera y justificada».[27] Sin embargo, en un breve artículo de 1963,[28] Edmund Gettier puso en jaque esta definición, mostrando que es posible generar contraejemplos a la misma, es decir, situaciones en las que se cumplen las tres condiciones, pero en las que nunca diríamos que existe conocimiento. Para ilustrar un poco el asunto, digamos que Newton tiene frente a sí lo que parece ser una manzana y emite la proposición: «Frente a mí hay una manzana». Newton cree en lo que dice, y su creencia está justificada por su percepción. Luego, para que Newton sepa que frente a él hay una manzana, sólo falta que de hecho haya una manzana frente a él (es decir, que la proposición sea verdadera). Pero resulta que la manzana que Newton percibe no es una manzana real: está hecha de cera. En consecuencia, según la definición clásica, Newton no posee conocimiento. Ahora bien, imaginemos también que dentro de la manzana de cera hay una manzana real, más pequeña. En este caso, frente a Newton sí hay una manzana, y por lo tanto Newton cumple con las tres condiciones de la definición clásica: Newton cree que frente a él hay una manzana, Newton está justificado en su creencia, y su creencia es verdadera. Pese a ello, es muy difícil admitir que Newton sabe lo que hay frente a él. Nos parece más bien que simplemente tuvo suerte (lo que se llama suerte epistémica). Este tipo de contraejemplos hoy se conocen como casos Gettier, y el esfuerzo por superarlos es el motor de gran parte de la gnoseología contemporánea.
El trilema de Münchhausen
Un trilema es un problema que admite sólo tres soluciones, todas las cuales parecen inaceptables. El trilema de Münchhausen, también llamado trilema de Agripa, es un ataque a la posibilidad de lograr una justificación última para cualquier proposición, incluso en las ciencias formales como la matemática y la lógica. El argumento corre así: cualquiera sea la manera en que justifiquemos una proposición, si lo que se quiere es certeza absoluta, siempre será necesario justificar los medios de la justificación, y luego los medios de esta nueva justificación, etc. Esta simple observación nos condena sin escape a una de las siguientes tres alternativas (los tres cuernos del trilema):
- Una regresión infinita: A se justifica por B, B se justifica por C, C se justifica por D, etc.
- Un círculo lógico: A se justifica por B, B se justifica por C, y C se justifica por A.
- Un corte arbitrario en el razonamiento: A se justifica por B, B se justifica por C, y C no se justifica. Esta última proposición puede presentarse como autoevidente, de sentido común o como un principio fundamental, pero aún así representaría una suspensión arbitraria del principio de razón suficiente.
El problema de la inducción
Hasta mediados del siglo XX, los razonamientos inductivos eran considerados una clase bastante específica de inferencia: inferencia de una proposición universal afirmativa (todas las esmeraldas son verdes) a partir de sus instancias (esta es una esmeralda verde, aquella es una esmeralda verde, aquella otra también, etc.).[29] Esta clase de razonamientos son muy frecuentes en la ciencia y en la vida cotidiana, pero sin embargo no son deductivamente válidos. Esto es, la verdad de las premisas no garantiza la verdad de la conclusión. En teoría, podría ser que la próxima esmeralda que se encuentre sea roja, y no verde. El problema de la inducción consistía entonces en determinar si esta clase particular de razonamientos están justificados, y en que medida.
Sin embargo, a partir de la segunda mitad del siglo XX, la comprensión de la inducción se complicó a medida que se profundizara y el problema clásico es ahora un caso especial de un problema más amplio.[29] Ya no es posible decir que todo razonamiento desde casos particulares hasta proposiciones universales es un caso de razonamiento inductivo, pues existen argumentos de este tipo que son deductivamente válidos.[29] Por ejemplo:
- Francia está en Europa.
- España está en Europa.
- Por lo tanto, todo lo que sea Francia o España está en Europa.
Además, existen argumentos inductivos intuitivamente aceptables, pero que parten de premisas generales y concluyen proposiciones particulares.[29] Por ejemplo:
- Todas los cuervos observados hasta el momento han sido negros.
- Por lo tanto, el próximo cuervo que sea observado será negro.
Pese a la dificultad que hay en definir lo que es un razonamiento inductivo, existen dos características que los distinguen de los razonamientos deductivos:[29] en primer lugar, en los razonamientos inductivos siempre es posible que las premisas sean todas verdaderas y la conclusión falsa, mientras que en los razonamientos deductivos si las premisas son verdaderas, entonces es necesario que la conclusión también lo sea. En segundo lugar, los razonamientos inductivos son ampliativos, lo cual quiere decir que nos dan información que va más allá de la información contenida de las premisas. Los razonamientos deductivos, en cambio, sólo pueden analizar y reorganizar las premisas sin agregar nada a su contenido.[29]
El problema de la inducción contemporáneo es acerca de si los razonamientos inductivos están racionalmente justificados, y en caso de que así sea, sobre cuáles son los criterios para distinguir un buen razonamiento inductivo de uno malo.[29]
Lógica
La lógica es el estudio de los principios de la inferencia válida.[30] Una inferencia es un proceso o acto en el que a partir de la evidencia provista por un grupo de premisas, se afirma una conclusión.[31] Tradicionalmente se distinguen tres clases de inferencias: las deducciones, las inducciones y las abducciones, aunque a veces se cuenta a la abducción como un caso especial de inducción.[32] La validez o no de las inducciones es asunto de la lógica inductiva y del problema de la inducción. Las deducciones, en cambio, son estudiadas por la mayor parte de la lógica contemporánea. Cuando un argumento es deductivamente válido, se dice que la conclusión es una consecuencia lógica de las premisas.[33] El concepto de consecuencia lógica es, por lo tanto, un concepto central a la lógica.[33] Para estudiarlo, la lógica construye sistemas formales que capturan los factores relevantes de las deducciones como aparecen en el lenguaje natural.[34] Para entender esto, considérese la siguiente deducción:
- Está lloviendo y es de día.
- Por lo tanto, está lloviendo.
La obvia validez de este argumento no se debe al significado de las expresiones "está lloviendo" y "es de día", porque éstas podrían cambiarse por otras y el argumento permanecer válido. Por ejemplo:
- Está nevando y hace frío.
- Por lo tanto, esta nevando.
En cambio, la clave del argumento reside en la expresión "y". Si esta expresión se cambia por otra, entonces el argumento deja de ser tan obviamente válido:
- Ni está nevando ni hace frío.
- Por lo tanto, esta nevando.
Las expresiones de las que depende la validez de los argumentos se llaman constantes lógicas, y la lógica las estudia mediante sistemas formales.[35] Dentro de cada sistema formal, la relación de consecuencia lógica puede definirse de manera precisa, sea por medio de teoría de modelos o por medio de teoría de la demostración.
Otros temas que caen bajo el dominio de la lógica son las falacias y las paradojas.
La paradoja del mentiroso
La paradoja del mentiroso es en realidad un conjunto de paradojas relacionadas.[36] El ejemplo más simple de la misma surge al considerar la oración: «Esta oración es falsa». Dado el principio del tercero excluido, dicha oración debe ser verdadera o falsa. Si suponemos que es verdadera, entonces todo lo que la oración afirma es el caso. Pero la oración afirma que ella misma es falsa, y eso contradice nuestra suposición original de que es verdadera. Supongamos, pues, que la oración es falsa. Luego, lo que afirma debe ser falso. Pero esto significa que es falso que ella misma sea falsa, lo cual vuelve a contradecir nuestra suposición anterior. De este modo, no es posible asignar un valor de verdad a la oración sin contradecirse.[36]
A través de los siglos, el interés por resolver esta paradoja y sus variantes ha impulsado una enorme cantidad de trabajo en semántica, lógica y filosofía en general.[37]
Las paradojas de la implicación material
Las paradojas de la implicación material son un conjunto de fórmulas de la lógica proposicional, reconocidas como verdades lógicas, pero que golpean al sentido común como cuestionables, o incluso absurdas.[38] Algunas de estas son:
Dicho en términos más concretos, la lógica proposicional afirma que las siguientes oraciones son verdaderas:
- Si la Luna está hecha de queso, entonces 2 + 2 = 4.
- Si 2 + 2 = 5, entonces la Luna está hecha de queso.
- Si la Luna está hecha de queso, entonces la Tierra es plana o no es plana.
Como la verdad de estas oraciones resulta tan antiintuitiva, muchos filósofos han afirmado que se comete un error al considerarlas verdades lógicas. En general se piensa que dicho error reside en la interpretación veritativo-funcional del condicional «si..., entonces...», y por lo tanto se han propuesto varias alternativas, entre ellas el condicional estricto, y los esfuerzos de la lógica relevante.
En el lenguaje cotidiano, la expresión "si..., entonces..." puede denotar causa pero el "si-entonces" lógico, no. De manera que "si Manhattan está en Siberia, entonces el presidente Obama es un mono". Aunque parezca absurdo, lógicamente es verdad. Segun algunos críticos, muchos de los problemas de la filosofía de la ciencia han ocurrido por el uso del "si-entonces" condicional en vez de "" como noción de implicación. Por otra parte, la noción de "implicación" denotada por ha llevado a grandes descubrimientos en lógica y matemática.[39]
Bertrand Russell escribe: "...El cálculo proposicional se caracteriza por el hecho de que todas sus proposiciones tienen como hipótesis y como consecuente la aserción de una implicación material."[40]
Filosofía del lenguaje
La filosofía del lenguaje es el estudio del lenguaje en sus aspectos más generales y fundamentales. A diferencia de la lingüística, la filosofía del lenguaje se sirve de métodos no-empíricos (como experimentos mentales) para llegar a sus conclusiones.[41] En general, en la filosofía del lenguaje no se hace diferencia entre el lenguaje hablado, el escrito o cualquiera otra de sus manifestaciones, sino que se estudia aquello que es común a todas ellas. Algunos problemas centrales de la disciplina son: la naturaleza del significado y de la referencia, y la relación entre el lenguaje, los usuarios del lenguaje y la realidad.
El problema de la referencia
Según la opinión general, existen ciertas expresiones que sirven para hacer referencia a entidades o aspectos del mundo. Así por ejemplo, el nombre propio «Aristóteles» hace referencia al gran filósofo griego Aristóteles, y la descripción definida «el maestro de Aristóteles» hace referencia a Platón. El problema de la referencia consiste, principalmente, en determinar cómo es que tales expresiones refieren al mundo, es decir, el mecanismo por el cual refieren. Pues no siempre es posible señalar al referente y decir algo como "a éso me refiero cuando hablo de la Luna". Por ejemplo, cuando hablamos de Aristóteles ya no es posible señalarlo, ni tampoco cuando hablamos de entidades imaginarias como Pegaso, o de inobservables como Dios. Los tres tipos de teorías de la referencia más comunes son: las teorías descriptivas, las teorías causales y las teorías híbridas. La importancia del problema de la referencia reside, en parte, en su potencial para aclarar la relación entre el lenguaje y el mundo, y entre el lenguaje y la verdad.[42]
Filosofía de la mente
La filosofía de la mente es el estudio de la mente y de todo lo mental, incluyendo las percepciones, sensaciones, emociones, recuerdos, sueños, pensamientos y creencias.[43] Uno de los problemas centrales de la disciplina es determinar qué hace que todos los elementos de esta lista (y todos los que no están en ella) sean mentales.[44] Otros problemas son la relación entre la mente y el cuerpo, la identidad personal a través del tiempo, y el problema del conocimiento de otras mentes.[43]
El problema mente-cuerpo
Desde el trabajo de René Descartes[45] (aunque hubo antecedentes [46]), muchos filósofos han advertido que los fenómenos mentales parecen ser ontológicamente distintos de los corporales, y que por lo tanto su interacción necesita ser explicada. Pues está claro que cuando pensamos en algo, nuestro cuerpo puede actuar en consecuencia, e inversamente cuando interactuamos con algo, nuestra mente puede reaccionar a ello. Sin embargo, si lo mental y lo corporal son en verdad ontológicamente distintos, no se explica cómo es posible esta interacción (sería como decir que un número golpea a una roca). En el esfuerzo por encontrar una explicación, han surgido dos posturas principales: una es el dualismo, que sostiene que los fenómenos mentales son de hecho ontológicamente distintos de los corporales, y que la explicación de su interacción debe realizarse teniendo esto en cuenta. La otra es el monismo, que sostiene que no hay ninguna diferencia real entre lo mental y lo corporal, sino sólo aparente. Dentro del monismo existen dos variedades: el fisicalismo y el idealismo. La primera sostiene que todo lo que hay es físico, la segunda que todo lo que hay es mental. En la actualidad, el fisicalismo es hasta cierto punto la forma de monismo más común.[47]
Ética
La ética abarca el estudio de la moral, la virtud, el deber, la felicidad y el buen vivir.[48] Dentro de la ética es frecuente distinguir tres niveles: el primero, la metaética, estudia el significado de los juicios éticos y/o normativos, y las razones que los vuelven verdaderos o falsos. El segundo, la ética normativa, estudia los principios que vuelven a las acciones buenas o malas, correctas o incorrectas. El tercero, la ética aplicada, estudia las aplicaciones concretas de las teorías éticas.[49]
El problema del libre albedrío
El problema del libre albedrío refiere a una contradicción (real o aparente) entre dos de nuestras creencias más básicas: por un lado, la creencia del sentido común de que cuando actuamos, pudimos haber actuado de otra manera. Por ejemplo, cuando alzamos el brazo, pudimos no haberlo alzado. Por el otro lado, la creencia fundamental de la ciencia de que todos los eventos, incluyendo las acciones humanas, están determinados por la irrompible cadena de causas y efectos, y por lo tanto no pudieron haber sucedido de otra manera.[50]
De este modo, parece haber una contradicción entre ambas creencias. El problema con aceptar que nuestras acciones estén causalmente determinadas, es que el libre albedrío parece ser una condición necesaria para asignar responsabilidad moral a un agente. Nadie culparía a una persona por hacer algo que no pudo elegir.
De acuerdo con una regla propuesta por Peter Reilton, para llevar a cabo una acción, como es la de tomar una decisión moral, que produzca el mejor resultado posible es necesario saber de antemano las consecuencias de la misma y los mejores medios que la probabilidad ofrezca para efectuarla.[51]
El problema del ser y el deber ser
Este problema (también conocido como la guillotina de Hume) fue presentado por primera vez por David Hume en un breve párrafo de su Tratado sobre la naturaleza humana:
En todo sistema de moralidad que hasta ahora he encontrado, siempre he notado que el autor procede por algún tiempo en los modos ordinarios de razonamiento, y establece la existencia de Dios, o hace observaciones concernientes a los asuntos humanos, cuando de pronto me veo sorprendido de encontrar, que en vez de los enlaces usuales de las proposiciones, es y no es, encuentro que no hay ninguna proposición que no esté enlazada con un debe, o un no debe. Este cambio es imperceptible; pero es, sin embargo, de grandes consencuencias. Pues como este debe, o no debe, expresa una nueva relación o afirmación, es necesario que sea observada y explicada; y que al mismo tiempo se de una razón, para lo que parece totalmente inconcebible: cómo esta nueva relación puede ser una deducción de otras, que son completamente diferentes de ella.
En otras palabras, lo que Hume observa es que muchos moralistas empiezan afirmando hechos (como «todos los tiranos son injustos») y terminan afirmando deberes (como «todos los tiranos deben ser justos»), sin justificar el paso de los primeros a los segundos. Al principio, dicha justificación puede lograrse si se agrega una premisa que afirme un deber al argumento. Por ejemplo, partiendo del deber de que «todos los hombres deben ser justos», y sabiendo que «todos los tiranos son hombres», se puede concluir que «todos los tiranos deben ser justos». Sin embargo, el verdadero problema asoma cuando advertimos que para justificar el deber de la premisa, se necesita un deber previo, y para justificar éste se necesita otro anterior, etc. De modo que, para evitar la regresión al infinito, nos vemos obligados a concluir que es imposible justificar los deberes de manera absoluta.
Mortimer J. Adler presenta una solución al problema de Hume en el capítulo cinco de su obra Diez errores filosóficos donde él expone "la guillotina de Hume" como el origen del ataque más grave que se ha hecho al valor de la filosofía de la moral.[52]
Estética
La única definición que parece gozar de algún consenso entre los filósofos, es que la estética es el estudio de la belleza.[53][54] Sin embargo, algunos autores también generalizan esta definición y afirman que la estética es el estudio de las experiencias estéticas y de los juicios estéticos.Error en la cita: Parámetro inválido en la etiqueta <ref>
Cuando juzgamos que algo es bello, feo, sublime o elegante (por dar algunos ejemplos), estamos haciendo juicios estéticos, que a su vez reflejan experiencias estéticas.Error en la cita: Parámetro inválido en la etiqueta <ref>
La estética es el estudio de estas experiencias y de estos juicios, de su naturaleza y de los principios que tienen en común.
La estética es una disciplina más amplia que la filosofía del arte, en tanto que los juicios y las experiencias estéticas pueden encontrarse fácilmente por fuera del arte. Por ejemplo, cuando vemos pasar a un perro, podríamos juzgar que el perro es hermoso, y realizar así un juicio estético sobre algo que nada tiene que ver con el arte.[55]
Filosofía política
La filosofía política es el estudio acerca de cómo debería ser la relación entre los individuos y la sociedad.[56] Esto incluye el estudio de los gobiernos, las leyes, los derechos, el poder y las demás instituciones y prácticas políticas.
La filosofía política se diferencia de la ciencia política por su carácter generalmente normativo. Mientras la ciencia política dedica más trabajo a investigar cómo fueron, son y serán los fenómenos políticos, la filosofía política se encarga de teorizar sobre cómo deberían ser dichos fenómenos.[56][57]
Algunos de los temas centrales en la filosofía política son: la legitimidad de los gobiernos, la limitación de su poder, los fundamentos de la ley, y los derechos y deberes que corresponden a los individuos.[58][59]
Historia de la filosofía occidental
La tradición filosófica occidental tiene una historia de más de 2500 años, desde la antigua Grecia hasta nuestros días. A lo largo de ese tiempo, hubo una enorme cantidad de filósofos y movimientos filosóficos, demasiado numerosos para ser mencionados aquí. Lo que sigue es una mera caracterización de los distintos períodos de la historia de la filosofía occidental, incluyendo una mención a las principales figuras y corrientes de cada época.
Filosofía antigua
La filosofía antigua se inició en el mundo grecorromano hacia finales del siglo VI a. C. y se prolongó hasta la decadencia del Imperio Romano, en el siglo V d. C. Se la puede dividir en cuatro períodos: el de la filosofía presocrática, que va de Tales hasta Sócrates, el de Platón, el de Aristóteles, y el período post-aristotélico o helenístico. A veces se distingue un quinto período que comprende a los filósofos cristianos y neoplatonistas.[60] Los dos autores más importantes de la filosofía antigua, en términos de su influencia posterior, fueron Platón y Aristóteles.[60]
En las ciudades estado de la Grecia antigua, se dio, a causa de los avances culturales y el intenso contacto con las culturas vecinas, una creciente crítica de la tradicional concepción mítica del mundo. En este clima intelectual se inició con los presocráticos (como se llama a los filósofos griegos que vivieron antes o al mismo tiempo que Sócrates) la historia de la filosofía occidental. Su pensamiento, conservado en escritos fragmentarios, determinó las preguntas de la filosofía natural acerca de los fundamentos del mundo. A través de una mezcla de especulación y observación empírica, procuraron explicar la naturaleza y sus procesos. Querían que todas las cosas se redujeran a un principio originario (gr. αρχη, arché) y una "materia primordial". De este modo, los primeros filósofos monistas buscaron un elemento de la naturaleza que pudiera servir de principio. [61] [62]
Otro modo de explicar el mundo se debió a Pitágoras y la escuela pitagórica, quien estableció el número como principio determinante de toda la realidad, adelantándose de esta manera a un importante principio de la ciencia moderna de la naturaleza.[61]
Por otro lado, Heráclito resaltó el devenir y el cambio en el universo que señalan nuestros sentidos. Postuló como base de la realidad la razón (Logos), un principio unificador de los opuestos.[62]
La filosofía de Parménides, en cambio, era una ontología de la permanencia y no del cambio. Parménides señaló la unidad y la inmutabilidad del Ser, dado que el cambio resulta imposible si no existe el no-Ser (cuya imposibilidad es lógica).[61][62]
Posteriormente, surgieron filósofos pluralistas, que buscaron más de un elemento como “materia primordial”.[62] Así, Empédocles fundó la doctrina de los cuatro elementos, que perdurará en la filosofía de la naturaleza hasta el siglo XVIII: agua, fuego, tierra y aire.
La escuela pluralista más importante fue la de los atomistas. En ella, Leucipo y Demócrito fueron los primeros en afirmar la existencia de un espacio vacío y de un espacio lleno (los átomos, partículas indivisibles, como su nombre lo indica).[62]
Con la aparición de los sofistas a mitad del siglo V a. C., se puso al hombre en el centro de las reflexiones filosóficas. O como dijo Protágoras: “El hombre es la medida de todas las cosas”.[63] Los sofistas se ocuparon en particular de los problemas éticos y políticos, como la cuestión de si las normas y los valores son dados naturalmente o son establecidos por los hombres.
El ateniense Sócrates se convertiría en el modelo de la filosofía europea. Sócrates conversaba con otras personas y los llevaba por medio de una serie de preguntas a revelar las contradicciones inherentes a sus posturas (método mayéutico). Sus manifestaciones de independencia intelectual y su conducta no acomodada a las circunstancias, le valieron una sentencia de muerte por impiedad a los dioses y corrupción de la juventud (véase la Apología de Sócrates).
Debido a que Sócrates no dejó nada por escrito, su imagen fue determinada por su discípulo Platón. Sus obras en forma de diálogos constituyeron un punto central de la filosofía occidental. A partir de la pregunta socrática de la forma "¿Qué es X?" (¿Qué es la virtud? ¿Qué es la justicia? ¿Qué es el bien?), Platón creó los rudimentos de una doctrina de la definición. También fue autor de la teoría de las Ideas, que sirvió de base a la representación de una realidad con dos partes: el plano de los objetos perceptibles con nuestros sentidos frente al plano de las Ideas sólo accesibles al intelecto mediante abstracción. Sólo el conocimiento de estas Ideas nos brinda una comprensión más profunda de la totalidad de la realidad.
Aristóteles, discípulo de Platón, rechazó la teoría de las Ideas como una innecesaria “duplicación del mundo”. La distinción entre forma y materia es uno de los rasgos principales de la metafísica de Aristóteles.[64] Su escuela comenzó a clasificar toda la realidad —tanto la naturaleza como la sociedad— en los diversos campos del conocimiento, a analizarlos y ordenarlos científicamente. Además, Aristóteles creó la lógica clásica del silogismo y la filosofía de la ciencia. Con esto, estableció algunos de los supuestos filosóficos fundamentales que fueron decisivos hasta la modernidad.
En la transición del siglo IV al III a. C., tras la muerte de Aristóteles y la decadencia de las ciudades estado griegas, las guerras entre los reyes helénicos por suceder a Alejandro Magno volvieron la vida problemática e insegura.[62] Surgieron entonces en Atenas dos escuelas filosóficas que, en una clara oposición a la Academia platónica y al Liceo aristotélico, pusieron la salvación individual en el centro de sus preocupaciones: para Epicuro y sus seguidores, por un lado, así como para los estoicos alrededor de Zenón de Citio, por otro lado, la filosofía servía principalmente para alcanzar con medios éticos el bienestar psicológico o la paz.
Mientras que los seguidores del escepticismo pirrónico, en principio, negaron la posibilidad de juicios seguros y de conocimientos indudables, Plotino, en el siglo III d. C., transformó la teoría de las Ideas de Platón para dar lugar a un neoplatonismo. Su concepción de la gradación del Ser (del “Uno” a la materia) ofreció al cristianismo una variedad de enlaces y fue la filosofía dominante de finales de la Antigüedad.
Filosofía medieval
La filosofía medieval es la filosofía de Europa y Oriente Medio durante lo que hoy se llama el Medioevo o la Edad Media, que se extiende aproximadamente desde la caida del Imperio Romano hasta el Renacimiento.[65] La filosofía medieval se caracteriza en parte por el redescubrimiento de la filosofía griega clásica y la filosofía helenística, y en parte por la necesidad de responder a cuestiones teológicas y de integrar las doctrinas sagradas (cristianas, judías e islámicas) con el aprendizaje secular.
Algunos problemas centrales en este período fueron la relación entre la fe y la razón, la existencia y unidad de Dios, el objeto de la teología y la metafísica, los problemas del conocimiento, de los universales y de la individuación.
Filósofos importantes de este período incluyen a los filósofos musulmanes Al-Farabi, Avempace, Averroes y Avicenna, al filósofo judío Maimónides, y a los filósofos cristianos Ramón Llull, Erígena, Abelardo, Anselmo, Bacon, Tomás de Aquino, Duns Scoto y Guillermo de Ockham.
Filosofía moderna clásica (siglos XVII y XVIII)
La filosofía moderna temprana se caracterizó por reconocer plenamente la preeminencia de la gnoseología por sobre la metafísica,[66] argumentando que antes de intentar conocer lo que hay, es prudente conocer lo que se puede conocer.[67]
Los principales debates de esta época fueron, por lo tanto, debates gnoseológicos. El racionalismo, la escuela que enfatiza el papel de la razón en la adquisición del conocimiento, tuvo sus principales proponentes en René Descartes, Baruch Spinoza y Gottfried Leibniz.[68] Por el otro lado, la escuela empirista, que sostiene que la única fuente del conocimiento es la experiencia,[69] encontró defensores en Francis Bacon, John Locke, David Hume y George Berkeley.[70]
En 1781, Immanuel Kant publicó su famosa Crítica de la razón pura, donde rechaza ambas posturas y propone una alternativa. Según Kant, si bien todo nuestro conocimiento empieza con la experiencia, no todo se origina de ella,[71] pues existen ciertas estructuras del sujeto que anteceden a toda experiencia, en tanto son las condiciones que la hacen posible. Esta postura inspiró lo que luego se llamó el idealismo alemán.
Filosofía moderna tardía (siglo XIX)
Generalmente se considera que después de la filosofía de Immanuel Kant, se inició otra etapa en la filosofía,[72] en gran parte definida por ser una reacción a Kant. Este período empezó con el desarrollo del idealismo alemán (principalmente Fichte, Schelling y Hegel), pero siguió con una cantidad de otros movimientos,[73] la mayoría de los cuales fueron creados por filósofos trabajando desde fuera del mundo académico:[74]
- En Alemania, los excesos metafísicos del idealismo dieron lugar a un movimiento neokantista.
- Kierkegaard y Nietzsche sentaron las bases para la filosofía existencialista.[75]
- Auguste Comte acuñó el término "positivismo" y popularizó la escuela del mismo nombre.[76][77]
- En la ética, Jeremy Bentham y John Stuart Mill elaboraron el utilitarismo, según el cual la acción correcta es aquella que produce la mayor cantidad de felicidad general.[78]
- Karl Marx y Friedrich Engels invirtieron la filosofía hegeliana para fundar el materialismo dialéctico.
- En los Estados Unidos, Charles Sanders Peirce, William James y John Dewey dieron orígen a la escuela pragmatista.[79]
- Por el final del siglo, Edmund Husserl inició la escuela de la fenomenología.
- En el último tercio del siglo, Gottlob Frege empezó con su trabajo en lógica matemática, que habría de proveer las herramientas para la filosofía analítica, pero que permanecería desconocido hasta el siglo XX.
Filosofía contemporánea (siglos XX y XXI)
En el siglo XX, la mayoría de los filósofos más importantes trabajaron desde dentro de las universidades, especialmente en la segunda mitad del siglo.[74] Algunos de los temas más discutidos fueron la relación entre el lenguaje y la filosofía (este hecho a veces es llamado "el giro lingüístico") y las implicaciones filosóficas de los enormes desarrollos en lógica a lo largo de todo el siglo.[80]
Las tradiciones filosóficas más significativas y abarcadoras del siglo XX fueron dos:[74]
La filosofía analítica se desarrolló principalmente en el mundo anglosajón, y debe su nombre al énfasis que al principio puso en el análisis del lenguaje por medio de la lógica formal.[81] En la segunda mitad del siglo, sin embargo, la filosofía analítica dejó de centrarse sólo en el lenguaje, y la unidad de la tradición recayó en la exigencia de claridad y rigor en la argumentación, en la atención a los detalles y en la desconfianza hacia los grandes sistemas filosóficos.[81] Algunos pensadores tempranos que se asocian a la tradición analítica son Gottlob Frege, G. E. Moore, Bertrand Russell, Ludwig Wittgenstein y los integrantes del Círculo de Viena, y más adelante Willard van Orman Quine, Saul Kripke, John Searle y Donald Davidson, entre otros.
La segunda tradición principal del siglo XX resulta aún más difícil de caracterizar que la filosofía analítica. La filosofía continental se desarrolló principalmente en la Europa Continental (de ahí su nombre), y se caracterizó por ser más especulativa y por dar más importancia a la historia que la filosofía analítica.[82] La fenomenología, el existencialismo, el estructuralismo, el postestructuralismo y la postmodernidad son algunas escuelas que caen dentro de esta tradición.[82]. Algunos de sus autores más influyentes fueron Edmund Husserl, Martin Heidegger, Jean Paul Sartre y José Ortega y Gasset en la primera mitad del siglo, seguidos por Michel Foucault, Jacques Derrida, Hannah Arendt y Gilles Deleuze en la segunda.
Véase también
- Portal:Filosofía. Contenido relacionado con Filosofía.
Notas y referencias
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Lecturas adicionales
La selección de textos hecha en esta sección se ha realizado teniendo en cuenta dos criterios. En primer lugar, se han seleccionado textos que hayan sido centrales en el desarrollo de la filosofía, pero que a la vez puedan ser comprendidos por un público no especializado. Esta es la razón por la cual textos como la Crítica de la razón pura o la Fenomenología del espíritu no están incluidos. En segundo lugar, se han seleccionado textos de los que haya al menos una traducción al español disponible. Los textos están categorizados por secciones que corresponden a algunas de las ramas principales de la filosofía. Algunos de los textos, sin embargo, podrían haber estado incluidos en varias secciones, dada la amplitud de su influencia.
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