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Música coral

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El Wiener Sängerknaben durante un concierto en el Musikverein de Viena.

La música coral es una forma de música vocal en la que los músicos cantan agrupados en coros. Las composiciones, arreglos, e improvisaciones de este tipo son interpretados a capela o con acompañamiento instrumental, y pueden recurrir a intervenciones de cantantes solistas y conjuntos instrumentales.

La definición de música coral no es restrictiva de una forma específica. El canto coral puede ser tan antiguo como la música misma, y en la actualidad se conoce una gran diversidad de músicas populares corales, como las salomas, los negro spiritual o los cuartetos barbershop.

Sin embargo, la forma más extendida en el mundo se inscribe en la tradición de la música clásica occidental, donde los coros realizan una interpretación propia de obras musicales escritas y fijadas por un sistema de notación musical. En esta práctica, que es la enseñada en los conservatorios y ejecutada en las salas de conciertos, el papel de un director de coro con formación específica en la materia cobra especial relevancia para guiar a los coreutas, lo que además requiere un tiempo de trabajo tal que amerita la institucionalización de la agrupación coral. En la actualidad, universidades, iglesias, institutos y asociaciones de todo el mundo cuentan con coros, y si bien pueden o no interpretar repertorio de música clásica, mantienen en todos los casos las convenciones mencionadas.

La música clásica -y particularmente la música religiosa- cultivó por siglos géneros corales como el canto gregoriano, las misas, los motetes, los oratorios, las cantatas y las sinfonías corales, entre muchos otros. Varios de los más grandes compositores de esta tradición -Palestrina, Monteverdi, Bach, Händel, Mozart, Beethoven, Mendelssohn, Mahler y Stravinsky- dedicaron varias de sus obras cumbre a la música coral,

Caracterización

En el canto coral clásico, los cantantes suelen ser agrupados en diferentes voces según su tesitura, o rango vocal, por lo que aún en una agrupación de 60 coreutas puede darse el caso de que haya únicamente cuatro voces. El motete Spem in alium de Thomas Tallis es famoso por su extravagancia al ser compuesto para 40 voces independientes a capela. Aunque existe una gran variedad al respecto, la composición de coros más habitual es la llamada SATB, que divide a los cantantes en las voces soprano, alto, tenor y bajo.

La música coral emplea diferentes texturas musicales, incluso dentro de una misma obra. Cabe destacar:

-La monofonía, con varias voces cantando la misma melodía (ej., los cantos gregorianos) .

-la melodía acompañada, donde una voz destaca cantando la melodía y el resto realiza el acompañamiento. Puede contar con un solista que cumpla la primera función.

-la homofonía, donde las voces siguen un mismo patrón rítmico generando una cierta estructura armónica (ej., los corales barrocos).

-Finalmente, la polifonía se produce cuando dos o más voces son independientes las unas de las otras, o se responden en una dinámica llamada contrapunto (ej. las fugas corales).

Existen varias clasificaciones para las agrupaciones corales, además de la ya mencionada por tipos de voces. La etiqueta de coro mixto se reserva a aquellos conjuntos que abarcan todas las tesituras, diferenciándose de los coros femeninos, masculinos y de niños. Suele distinguirse además entre el coro de cámara, de 5 a 20 integrantes, y el coro sinfónico que excede el último número. Esta última clasificación a veces se superpone con la que distingue entre los coros profesionales, donde existen mayores exigencias de excelencia y por ende de formación para sus integrantes, y los coros amateur, donde la música cumple una función recreativa y cultural en sentido amplio.

Historia

Diversos géneros corales han aparecido de la mano de cada época; su perennidad (esto es, la capacidad de interpretar fielmente la música) ha dependido de la existencia de una notación musical. Por eso, comenzamos con la Edad Media, aún sabiendo que la música coral existe desde la Antigüedad Clásica.

De la Alta Edad Media se heredó una diferenciación tajante entre la música sacra, compuesta en contextos religiosos para ser empleada en la liturgia cristiana -sea según la denominación católica, luterana, anglicana u ortodoxa-, y la música profana destinada a ámbitos seculares como la corte, los teatros y cualquier espacio de reunión no religioso. Hoy insuficiente, esta diferenciación nos permite tomar dimensión histórica tanto de la importancia atribuida en los entornos litúrgicos a la música coral, como en consecuencia a la estima y dedicación con la que los músicos se volcaron a la composición de música sacra.

Edad Media

Toda la música europea conservada hasta el siglo IX es monofónica, tradición en la que se inscriben los cantos litúrgicos ambrosiano, mozárabe y, principalmente, el gregoriano. Desde el siglo XII, no obstante, comenzó a gestarse una escuela de teorización y composición polifónica en el norte de la actual Francia. De su mano aparecen formas como el organum, el discanto, el canon y el motete, que la escuela borgoñona llevará hacia una mayor complejidad.

Los testimonios de la época nos hacen saber que en las iglesias no cantaban mujeres; las voces blancas (niños) y los falsetistas tomaban su lugar. Las ilustraciones nos muestran pequeños grupos cantando apiñados alrededor de un libro manuscrito. Sin embargo, con la llegada de la imprenta en el siglo XVI se hace posible reproducir y difundir obras de música en una magnitud desconocida hasta entonces.

Renacimiento

En el Renacimiento aparecen nuevas formas de música coral que toman temas melódicos del canto profano. Varias canciones, como L'homme armé, han dado nombre a misas parodia (el procedimiento fue prohibido a fines del siglo XVI). Las canciones profanas que servían de inspiración a estas composiciones se encontraban en los carnavales y en las cortes y salones de los aristócratas de la época.

El primer polo de influencia para la música coral renacentista vino de maestros franco-flamencos como Guillaume Dufay, Antoine Brumel, Johannes Ockeghem, Orlando de Lasso y, principalmente, Josquin des Près. Desde el Flandes y la corte de Borgoña llegan sus innovaciones a una Italia que se estaba convirtiendo en el centro de los movimientos políticos, culturales y económicos de la Europa del Renacimiento.

Giovanni Perluigi da Palestrina (1525-1594).

La corte papal hospedó y patrocinó a varios de los compositores mejor reputados de la época, e impulsó desde Roma una Contrarreforma que también alcanzó a la música coral. Contra los excesos y extravagancias flamencos que habrían desviado la atención del mensaje religioso, la escuela romana estandarizó un estilo polifónico limpio con reglas de composición fijas. Giovanni Pierluigi da Palestrina fue el más importante de los compositores que compusieron en este estilo, desde su cargo de maestro de capilla del coro de la Basílica de San Pedro.

La música profana también abrazó el estilo polifónico durante el Renacimiento, pero con menos restricciones que la religiosa para buscar nuevos recursos e innovaciones. Uno de los desarrollos más interesantes es el que realizaron los madrigalistas al musicalizar poemas en italiano y crear figuras musicales que subordinen la música al texto. La disonancia, los ornamentos y el cromatismo son sólo algunos de los elementos que desplegaron compositores como Carlo Gesualdo, Luca Marenzio y Luzzasco Luzzaschi en el madrigal, que se convirtió en el género privilegiado para la experimentación. La corte de los Este en Ferrara fue sede del famoso Concerto delle donne, un grupo de damas expertas en música que realizó en el contexto de la musica secreta del duque una serie regular de conciertos de cámara para una audiencia privada. Su trabajo cautivó e inspiró a varios músicos que compusieron obras para ser interpretadas por el grupo de damas. Así, mientras el resto de Italia realizaba una transición hacia la seconda pratica característica del Barroco, en Ferrara emergieron otras nuevas formas corales que no siempre hallaron continuidad, pero que serían retomadas siglos más tarde.

Otro centro musical importante fue la escuela veneciana nucleada en la Basílica de San Marcos. Allí, compositores como Adrian Willaert y Giovanni Gabrieli desarrollaron el estilo policoral realizando interpretaciones a dos coros contrapuestos, con voces escritas específicamente para ser ejecutadas por instrumentos. Esto fue el comienzo del concerto barroco, que pronto reemplazó a las voces por instrumentos.

Documentos como el Cancionero del Palacio nos permiten conocer en detalle la música profana que se practicaba en la corte de Castilla, en la que destacaban los villancicos y los romances.

Barroco

El stile nuovo se impuso a inicios del siglo XVII en contraposición al stile antico renacentista, dando primacía a la melodía acompañada por el bajo continuo. En un siglo marcado por la explosiva aparición de la ópera y su gran éxito en las cortes europeas, la música coral fue relegada nuevamente a los entornos religiosos. Las obras corales pasan a ser más sobrias y menos complejas, y la homofonía va a pasar a ser la norma. La ya citada escuela romana y el madrigalismo inglés constituyen dos de las manifestaciones corales más destacables en la música coral del llamado Barroco temprano.

En cierta forma, la música coral recuperó su dinamismo gracias a los avances hechos en la música instrumental. Existía en los Estados alemanes una gran tradición de organistas y tecladistas que desarrollaron ampliamente el contrapunto y alcanzaron fama como grandes virtuosos y prolíficos compositores. En la transición hacia el Barroco tardío, compositores de prestigio como Alessandro Scarlatti y Antonio Vivaldi realizaron complejas obras de música litúrgica además de sus más conocidos trabajos operísticos e instrumentales.

Sin embargo, el punto más alto de la música barroca coral se da en los grandes maestros alemanes del siglo XVIII: Johann Sebastian Bach y Georg Friedrich Händel. Sus obras corales comprenden complejas fugas contrapuntísticas y elaboradas fantasías corales que llevan a la polifonía a su punto más alto, mientras que los emotivos corales infunden en la congregación un sentimiento de religiosidad y contemplación de lo divino. La mayor parte de la obra de Bach es litúrgica, y de ella cabe destacar su Misa en si menor, sus dos pasiones (según San Mateo y según San Juan), su Magníficat, sus seis motetes y sus doscientas cantatas religiosas. En comparación, en la obra de Händel solo hay una obra coral memorable, que resulta ser más famosa del barroco: su oratorio El Mesías.

Clasicismo

El Clasicismo no sólo aporta la victoria de la armonía sobre el contrapunto; también aporta una renovación de la orquesta que influirá a su vez en el repertorio coral con acompañamiento orquestal. Hacia 1740 aparece la orquesta moderna en Mannheim. La orquesta moderna le será necesaria pocos años más tarde a los compositores para desarrollar el oratorio del siglo XIX.

Paralelamente, el estilo barroco, alambicado y complejo, es reemplazado por el estilo rococó. Ejemplo del estilo rococó del clasicismo temprano, son las misas que Wolfgang Amadeus Mozart compuso en Salzburgo para el Príncipe Arzobispo, como la Misa de la Coronación (Krönungsmesse).

Con el declive del contrapunto, en ese período la fuga coral pierde interés pero no vigencia: se encuentran aún fugas corales en el Laudate Pueri del Vesperae solennes de confessore y en el Kyrie del Requiem, ambos de Mozart, así como en La Creación de Haydn.

La ópera del siglo XVIII es una gran fuente de repertorio coral durante este período. Podemos citar el coro de los sacerdotes de La flauta mágica (Die Zauberflöte) de Mozart, o los coros de Orfeo y Eurídice de Gluck.

Al comenzar el Romanticismo, los géneros ya están estabilizados: el canto coral florece en el motete, el oratorio, la ópera y sus hermanas menores, la zarzuela, el Singspiel, y la opereta.

Romanticismo

El Romanticismo fue un movimiento cultural y político que se originó en la actual Alemania a finales del siglo XVIII como una reacción al racionalismo ilustrado y al clasicismo imperante en todas las artes. Los románticos buscaron privilegiar en su arte la apelación al sentimiento y al espíritu, en una era marcada por cambios revolucionarios y una rebelión contra la tradición. Se desarrolló fundamentalmente en la primera mitad del siglo XIX, extendiéndose desde Alemania a Inglaterra, Francia, Italia, España, Rusia, Polonia, Estados Unidos y las recién nacidas repúblicas hispanoamericanas.

La música deja de emanar de las corte de los aristócratas para volcarse hacia los salones de los burgueses, en las salas de conciertos y en las óperas estatales. Los músicos ya no son empleados de príncipes y nobles, sino cuentapropistas que componen para editores y frecuentan los salones artísticos. Sus clientes son a veces sociedades corales cuyos miembros cantan en coros; algunos de ellos son exclusivamente masculinos y para ellos componen compositores como Anton Bruckner.

La mayor parte de la producción coral de la época es para coros de cámara de tres o cuatro voces, donde sobresalen los maestros alemanes y austríacos: Mendelssohn, Brahms, Bruckner, Schumann, etc. La temática de los coros de cámara del Romanticismo es variada: religiosa (los Marienlieder de Brahms), la naturaleza (el Jagdlied de Mendelssohn), nacionalista (Der Deutscher Rhein de Schumann), colorista (Zigeunerlieder de Brahms). La letra a la que ponen música los compositores es un fiel reflejo de su época.

Los oratorios son menos frecuentes pero son sumamente imponentes. Citamos especialmente Paulus y Elías de Mendelssohn, que retoma el género allí donde Händel lo había dejado, al mismo tiempo que rescata a Bach del olvido interpretando la Pasión según San Mateo en 1829. También los oratorios de Berlioz, el Te Deum de Bruckner y el Réquiem alemán de Brahms.

Precisamente la misa de réquiem es un género de música que floreció en el siglo XIX, pero que cada compositor lo reinterpreta a su manera. Verdi lo hace como una ópera, mientras que Berlioz como un poema sinfónico con coros; Brahms como una sinfonía coral donde coro y orquesta tienen el mismo peso y hasta los solistas no tienen la palabra aisladamente, sino dialogando con el coro y la orquesta.

La ópera romántica también aporta contribuciones importantes al repertorio coral; son demasiadas como para citarlas todas. Citemos los coros de las óperas de Richard Wagner sobre todo Tannhäuser, Die Meistersinger von Nürnberg y Parsifal; los italianos Giuseppe Verdi (Nabucco, Aida) y Pietro Mascagni (Cavalleria Rusticana), pero citemos, sobre todo, la única ópera del período donde el protagonista principal es el pueblo, y con él, el coro: Borís Godunov, de Modest Músorgski.

Género sinfónico-coral

A fines del siglo suelen componerse las sinfonías con coros, principalmente de la mano de Mahler: citemos la Sinfonía n.º 2 y la Octava (Sinfonía de los Mil), de las cuales la Novena Sinfonía de Beethoven no es sino un distante precursor.

Lo de distante se debe entre otras cosas a dos fenómenos.

  • En primer lugar, los coros con acompañamiento orquestal tienen cada vez más coreutas en escena, porque la orquesta romántica misma evoluciona y hay que hacer contrapeso a una orquesta sinfónica cada vez más grande. Por ejemplo, en la orquesta beethoveniana las maderas (flauta, oboe, clarinete y fagot) están duplicadas y no existe el contralto o el sopranino del instrumento; mientras que en las partituras de fin de siglo las maderas son habitualmente cuadruplicadas, y a las flautas acompaña el flautín, al oboe el corno inglés, al clarinete el requinto o el clarinete bajo, al fagot el contrafagot.
  • En segundo lugar, nos quedan testimonios de las quejas de Berlioz y Wagner sobre la paupérrima calidad de sus coreutas en la primera mitad del siglo; a medida que las sociedades de conciertos se organizan y la vida musical pasa a ser una actividad cada vez más profesional, la calidad de los cantantes mejora. Esa mejora va acompañada con un aumento en la altura del diapasón, con un aumento en las dificultades técnicas (lectura y ejecución por igual), y en la extensión de voz exigida a los cantantes. En pocas palabras, a medida que pasa el tiempo, menos gente es capaz de cantar las obras contemporáneas.

El siglo XX

La música clásica del siglo XX estuvo marcada por el advenimiento del modernismo musical, representado por influyentes compositores como Claude Debussy, Aleksandr Scriabin, Arnold Schönberg, Ígor Stravinski, Bela Bartók, Alban Berg, Paul Hindemith, Dmitri Shostakóvich y Olivier Messiaen. Los modernistas confrontaron abiertamente con la tradición introduciendo varias novedades como el intercambio modal, el cromatismo, la politonalidad, la polirritmia y las filas de tonos. Sin embargo, la música coral fue poco cultivada por estos compositores y por sus seguidores, y cuando lo hicieron solió ser desde enfoques más conservadores. Es así que la mayor parte de las grandes obras corales producidas hasta mediados siglo XX -Las Vísperas de Rajmáninov, la Sinfonía de los Salmos de Stravinski, la cantata Carmina Burana de Orff, el Gloria de Poulenc o el Réquiem de Guerra de Britten- presentan una mayor mezcla de técnicas del tardorrománticismo y el neoclásicismo que de las vanguardistas. Esto recién comenzaría a cambiar en la segunda mitad del siglo, con las renovadoras obras corales de compositores formados en el serialismo de Pierre Boulez y Karlheinz Stockhausen. Entre éstas, se destacan La Pasión según San Lucas de Penderecki o el Requiem de Ligeti, así como los primeros trabajos de Arvo Pärt.

Por otra parte, a lo largo del siglo fue produciéndose un redescubrimiento de las músicas folclóricas y religiosas del mundo. Ralph Vaughan Williams dedicó gran parte de su actividad como compositor a recopilar canciones y formas del folk británico e incorporarlas al repertorio coral inglés, como también hicieron Zoltán Kodály y Béla Bartók con la música tradicional húngara. Trabajos similares se realizaron en torno a la música hispanoamericana (Grupo Vocal Argentino, Los Folkloristas), la música brasileña (Heitor Villa-Lobos), los cantos litúrgicos ortodoxos rusos (Serguéi Rajmáninov) y el negro spiritual. Sobre este último, cabe señalar la gran calidad de los arreglos que Robert Shaw y Alice Parker realizaron para revitalizar el género, y que pese a su dificultad técnica, han suscitado el entusiasmo de todos los directores de coro, pasando a convertirse en parte del repertorio universal. Estas músicas aportan recursos técnicos que habían sido poco cultivados en la música coral erudita: la polirritmia; el uso de ruidos como chasquidos de lengua y palmas; un mayor uso del ritmo; escalas distintas de la diatónica, como la escala pentatónica; o bien el regreso de los modos antiguos.

En Hispanoamérica sobresalen la Misa criolla y la Navidad Nuestra compuestas por el argentino Ariel Ramírez y difundidas como un manifiesto musical del Segundo Concilio Vaticano, que apuntaba a una articulación del mensaje católico con las culturas populares de los diferentes países no europeos. Precisamente la obra de Ramírez es típica de la síntesis de géneros y formaciones corales del siglo: un coro y una orquesta clásica de cámara alternan con instrumentos de la Argentina para cantar melodías de origen popular pero armonizadas con las mismas reglas de la armonía que se aprenden en los conservatorios.

La versión históricamente informada

Paralelamente a los desarrollos de la música coral popular y contemporánea, el siglo XX atestiguó un boom de la interpretación de música histórica, de la mano del movimiento de la versión históricamente informada. Músicas antiguas, medievales, del renacimiento y del barroco comenzaron a ser interpretadas en mucha mayor medida que en el pasado, lo cual rescató del olvido a compositores como Antonio Vivaldi, Henry Purcell, Marc-Antoine Charpentier, Claudio Monteverdi, Giovanni Battista Pergolesi, Giovanni Pierluigi da Palestrina, Heinrich Schütz y Carlo Gesualdo, entre muchos otros. Desde entonces, proliferan como nunca antes coros abocados a la interpretación de obras de períodos y compositores específicos, fenómeno que sólo era familiar hasta entonces para la obra de Johann Sebastian Bach. Algunos de los grupos corales que han destacado en este campo son el Coro Monteverdi de John Gardiner, el Collegium Vocale Gent de Philippe Herreweghe, la Academy of Ancient Music de Christopher Hogwood, The Tallis Scholars de Peter Philips y Hespèrion XX de Jordi Savall.

A fines del siglo XX se ha redescubierto la música barroca compuesta por compositores europeos residentes en América, como el italiano Domenico Zipoli.

El retorno de la música litúrgica

El fin de siglo también vio resurgir el interés por la música litúrgica coral. Alejándose del serialismo modernista, varios compositores buscaron inspiración en la liturgia para componer música coral en un estilo más simple, haciendo un gran uso de los silencios y las texturas para generar una atmósfera contemplativa. Este estilo ha sido llamado minimalismo sacro por su búsqueda de simplicidad y el empleo de patrones rítmicos sencillos. Aunque las composiciones de este estilo son tonales, no carecen de complejidad armónica, y suelen incorporar un gran abanico de recursos para generar texturas disonantes. El estonio Arvo Pärt suele ser considerado el exponente más destacado de esta corriente, y un responsable de devolver al repertorio coral a un lugar de prestigio dentro de la música académica. Obras para coro y orquesta como su Misa Berlinesa o su Magnificat se encuentran entre las más destacadas del tránsito al siglo XXI, que le valieron ser el compositor contemporáneo más interpretado entre 2012 y 2018.[1]

Además de Pärt, Henryk Górecki y John Tavener suelen ser considerados grandes exponentes del minimalismo sacro, habiendo también realizado un recorrido desde el serialismo al minimalismo mediado por un acercamiento al catolicismo y el cristianismo ortodoxo, respectivamente. Otros compositores que cultivaron el estilo son Peteris Vasks, Morten Lauridsen, Karl Jenkins, Eric Whitacre, David Lang, Ēriks Ešenvalds, Ola Gjeilo, Daniel Elder y Pärt Uusberg. Varios de los coros de cámara más reputados de la actualidad, tales como los King's Singers, los BBC Singers, el Hilliard Ensemble, el Estonian Philarmonic Chamber Choir, Polyphony, Tenebrae y Voices8, se asocian a menudo con minimalistas sacros para estrenar e interpretar sus obras.

Por otra parte, hay un abanico más amplio de compositores que compusieron música litúrgica coral sin plegarse completamente al minimalismo sacro, entre los que cabe destacar a John Rutter, Veljo Tormis, Sofia Gubaidulina, Peteris Vasks, James MacMillan, Steven Sametz, Zane Randall Stroope, Bob Chilcott y Judith Bingham.

Enlaces externos

CPDL: Biblioteca Open source de repertorio de música coral (en inglés)

  1. Tambur, Silver (12 de enero de 2024). «Arvo Pärt is the world's second most performed living composer». Estonian World (en inglés británico). Consultado el 3 de noviembre de 2024.