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Diego González de la Vega

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San Ramón Nonato premiado por Cristo, 1673, óleo sobre lienzo (136 x 199 cm.), Madrid, Museo del Prado.

Diego González de la Vega (c. 1628-1697) fue un pintor barroco español, discípulo de Francisco Rizi y, según Antonio Palomino, «de los más adelantados que tuvo y que más imitasen su manera», aunque en su obra, muy desigual pero de color siempre delicado, se pueden apreciar también las influencias de Francisco Camilo.

Biografía

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De su vida apenas se tienen más datos que los aportados por Palomino, quien dice que fue natural y vecino de Madrid, donde se le documenta a comienzos de la década de 1670 residiendo en la calle de los Estudios, en la vecindad de un hermano también pintor, de nombre Francisco. Si, como dice Palomino, murió en el año 1697 a los "setenta y cinco de su edad", la fecha de su nacimiento debería ser 1622, lo que podría venir corroborado por la partida de bautismo conservada en el archivo de la parroquia de San Sebastián de Madrid del hijo de un confitero llamado Diego González de la Vega y de su mujer María Valdés el 4 de febrero de 1622.[1]​ Sin embargo, en una declaración fechada en 1694 sobre la genealogía de un hijo de Antolínez el propio pintor dice tener sobre poco más o menos 66 años, lo que retrasaría su nacimiento a 1628.[2]​ Tras enviudar, después de 1677, se ordenó de sacerdote y, «deseando llevar una vida recogida y verdaderamente sacrificada», entró en la Congregación de Sacerdotes del Salvador, de donde pasó luego a la de los italianos. Falleció en Madrid el 23 de junio de 1697, legando sus bienes a la capellanía que había fundado en la desaparecida iglesia del Salvador, donde, siempre según Palomino, se encontraban muchas pinturas de su mano, que según Ceán Bermúdez serían dos apostolados y las pinturas del retablo de Nuestra Señora.

Obra

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Perdidas buena parte de las pinturas mencionadas por su primer biógrafo en iglesias y conventos madrileños, entre ellas el «célebre» cuadro de los Mártires del Japón en la capilla de San Francisco Javier, situada a los pies de la iglesia del Colegio Imperial, «en que se conoce su buen gusto en el colorido, y gran capricho en la composición, variedad de actitudes, y expresión de afectos», la primera de sus obras conservadas es una Trinidad de la tierra conservada en la iglesia de San Miguel y San Julián de Valladolid, firmada en 1662 e inspirada en estampas flamencas. En 1669 se fecha el retablo de San Ignacio del Hospital de Antezana (Alcalá de Henares) y de fecha próxima han de ser los diez cuadros de la Vida de la Virgen pintados para el claustro del convento de mercedarias de Don Juan de Alarcón, que se conservan, muy maltratados, en distintas dependencias del mismo convento. En ellos se pone de manifiesto la influencia de Rizi, de quien toma modelos como el de la Inmaculada o la Coronación de la Virgen, pero atenuando algo su ímpetu. De factura desigual, incluso arcaico en el tratamiento tenebrista de la luz en la Adoración de los pastores, en contadas figuras de esta serie se aprecia, al contrario, el alargamiento de las proporciones, que tomó de Francisco Camilo y se advierte en sus mejores obras.

De 1673 es el San Ramón Nonato premiado por Cristo del Museo del Prado, procedente del convento de la Merced de Madrid, donde estuvo situado en las escaleras que conducían al claustro. Palomino pondera en él «su excelente gusto en el colorido, y buena invención», destacando así sus dotes para la composición de un relato iconográficamente poco corriente y para el que carecería de modelos, hábilmente narrado en tres escenas sucesivas.

De fechas posteriores a su ordenación sacerdotal son la Inmaculada de las benedictinas de Lumbier (Navarra), fechada en 1677, y la conservada en la parroquial de Belorado (Burgos), que firma como presbítero; la Virgen con San Felipe Neri del Museo Diocesano de Sigüenza, fechada en 1692, y la última de sus obras conocidas, el Cristo ante la venerable Marina Escobar en la sala de Profundis del convento de Don Juan de Alarcón, que lleva la fecha de 1694. En muy mal estado de conservación, parece advertirse en ella cierto declive en el pintor.

Se conocen además, en cierta cantidad, obras de carácter devocional y formato mediano, entre ellas los restos de un apostolado propiedad del Museo del Prado a donde llegaron tras la desamortización y, según Cruzada Villaamil, que tacha estos cuadros de «verdaderamente malos» en el Catálogo provisional historial y razonado del Museo Nacional de Pinturas, editado en Madrid en 1865, procedentes de la iglesia del Salvador.

Menos conocida es su faceta como grabador, de la que quedan dos aguafuertes firmados por él para el libro de la entrada en Madrid de María Luisa de Orleans en 1679: Diana y Venus en sus carros y Julia poniendo paz entre Julio Cesar y Pompeyo.[3]

Notas

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  1. Matías Fernández García, Parroquia madrileña de San Sebastián: algunos personajes de su archivo, Madrid, 1995, p. 160.
  2. Urrea, p. 490.
  3. Diccionario de grabadores y litógrafos que trabajaron en España. Siglos XV a XIX. Apéndice, Arte procomún.

Bibliografía

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  • Curros y Ares, Mª de los Ángeles, y García Gutiérrez, Pedro Francisco, Madres Mercedarias de Don Juan de Alarcón, catálogo de pintura, vol. II, Madrid, 1998, ISBN 84-923-1460-5
  • Palomino, Antonio (1988). El museo pictórico y escala óptica III. El parnaso español pintoresco laureado. Madrid : Aguilar S.A. de Ediciones. ISBN 84-03-88005-7. 
  • Pérez Sánchez, Alfonso E. (1992). Pintura barroca en España 1600-1750. Madrid : Ediciones Cátedra. ISBN 84-376-0994-1. 
  • Urrea Fernández, J. «Más obras de pintores menores madrileños: José García Hidalgo y Diego González de la Vega», Boletín del Seminario de Arte y Arqueología, Tomo 42, 1976.

Enlaces externos

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